sábado, 11 de agosto de 2012

Panamá

¡Qué xopá!!! (¡Qué pasó! para los panameños)

Al igual que hicimos tras acabar nuestro trabajo en India, queríamos viajar unos meses, el dilema era... ¿por dónde?

Nuestra primera idea lógica fue: “estamos en África, viajemos por África”. Pero no es tan fácil como parece.

Un avión a casi cualquier país de África es más bien caro, especialmente si quieres volar desde el mismo continente africano. Los visados para entrar a los países tienen precios desorbitados. Nos hacía especial ilusión visitar Sierra Leona, pero en su embajada en Banjul nos dijeron que el visado que te permite visitar el país durante 15 días cuesta 100$, o 150$ si quieres alargarlo hasta 6 meses. Además, si queríamos llegar desde Gambia hasta allí por carretera, debíamos cruzar otros países como Guinea Bisao o Guinea Ecuatorial... lo que suponía más visados y, peor aún, más controles policiales cada 20km... (¡seguramente más caros que un billete de avión!!). La policía para a todos los coches con blanquitos dentro, al menos en Gambia, poniendo todo tipo de impedimentos hasta que te canses y sueltes unos dalasis. Lástima que a los catalanes no nos resulte fácil soltar billetes porque sí   ;)

Con un continente entero descartado la cosa era más fácil. Yo nunca había cruzado el charco y tenía ganas de visitar las Américas. “¿Qué tal Chile y Argentina?”, pensamos.  Lo descartamos al ver que en el sur de ambos países están ahora a 0ºC. Demasiado duro para nosotros pasar del calor de Gambia al frío de Argentina.

“¿Que tal América Central? En Panamá está viviendo mi prima Encarna, así que podíamos empezar allí y pasar 2 meses visitando Panamá y Costa Rica... ” y si nos sobraba tiempo siempre podíamos cruzar a Colombia o Nicaragua. Ya sabéis que cuando viajamos no llevamos plan previsto.

Decidido. Próximo destino PANAMÁ.


Tras una escala de una hora en Atlanta, en la que nos sentimos como en una peli americana debido a los extremos controles de seguridad por los que te hacen pasar, llegamos a Panamá City.

Empezaríamos visitando algunas zonas de Panamá antes de cruzar a Costa Rica, dejando algunas cosas pendientes para la vuelta.


Lo primero que vimos fue Ciudad de Panamá, y nos sorprendió muchísimo. Quizá es porque veníamos de Gambia, pero tantas luces... tantos rascacielos.... nos encantó.

  

Pasamos tres días visitando la ciudad de la mano de un gran guía: Juan, el marido de mi prima Encarna, él es panameño y hace un año que vinieron a vivir a Ciudad de Panamá con su hija Noa. Llegamos casi sin haber preparado el viaje, así que dejamos que fuesen ellos quienes nos guiasen. 

Pero lo primero que hicimos fue bañarnos en su piscina. Tras cinco meses de calor en África siempre se agradece una piscina, sobre todo con las impresionantes vistas que teníamos.



Por la tarde salimos a pasear por el casco viejo, con las impresionantes vistas a lo lejos del "Panamá nuevo".

  

No nos pudimos resistir a probar los refrescantes raspados: hielo picado cubierto de zumo de fruta y bañado con leche condensada.


También hemos conocido comida típica panameña cocinada por Juan, como el arroz con piña, batido nutritivo y refrescante, o los patacones (plátano verde frito), sin duda una de las cosas que más nos ha gustado.


Y por fin, tras un año y medio viajando, tenemos una foto en la que aparecemos los dos juntos.



Con muchas cosas pendientes por visitar a nuestra vuelta a la capital, pusimos rumbo a las playas de Santa Catalina.


Santa Catalina

Santa Catalina se caracteriza por tener buenas olas para practicar surf. Para los amateur (vamos, los que como yo no han cogido una tabla en su vida) se recomienda especialmente Playa Estero, a un par de kilómetros. Hacia ahí nos encaminamos.

Sólo llegar se puso a diluviar, así que hubo que esperar:


Llovía tanto que decidimos descansar en la habitación hasta que parara un poco. Pero antes de entrar a la habitación nos esperaba una sorpresa: justo en la puerta había una tarántula. Sí, sí, una araña enorme llena de pelos negros.


Lo primero que hice fue ir a hablar con el dueño para preguntar si era peligrosa y si había antídoto en caso de que te picara. Me dijo que estaba en la selva y que era normal, y que no nos preocupáramos que no nos moriríamos si nos picaba... 

Esa noche la pasamos ahí, con una tarántula en la puerta, con un diluvio que nos inundó la habitación y nos mojó las mochilas, y con cangrejos entrando y saliendo para resguardarse de la lluvia. No es que fuera demasiado para nosotros, en peores plazas habíamos toreado, pero casi mejor cambiar de hotel... 

Y no nos equivocamos, el lugar escogido era precioso. Una cabaña con el techo de paja en lo alto de una colina frente al mar.

  

Aunque ahí también tuvimos invitados sorpresa:


Al menos podríamos estar tranquilos de no encontrar ningún ratón merodeando cerca.

Las vistas desde la hamaca eran preciosas...

  

... y permitía ver en todo momento el estado de la marea y de las olas.



Era el momento. Tocaba intentar ponerse encima de una ola, o como mínimo intentarlo. Iván ya ha hecho surf en California y Hawái, así que él iba a ser el profesor.



Tengo que decir que es más difícil de lo que parece. Creo que los surfistas tienen un muelle que les permite ponerse de pie en la tabla en cuestión de segundos. Y yo nací sin ese muelle.
Había tantas olas que cuando por fin conseguías colocarte y coger una ola, estabas demasiado cansada como para poder ponerte de pie. En mis primeras clases lo máximo que conseguí fue ponerme de pie con una pierna y semiflexionar la otra. Prometo seguir intentándolo.

Tras el agotador surf de nuevo a las hamacas a descansar, imprescindibles en nuestros viajes.



Y antes de que anocheciera, un paseíto por la playa.


Así pasamos tres días antes de encaminarnos a nuestro siguiente destino: Santa Fe, un pequeño pueblo entre montañas.


Santa Fe

Tuvimos la suerte de encontrar ahí un hostal genial. Para ahorrar intentamos siempre alojarnos en dormitorios (habitaciones con varias camas que compartes con otra gente), pero resultó que pasamos 4 días en un dormitorio totalmente solos.


También teníamos una cocina para poder prepararnos las comidas. En los hostales de por aquí es muy normal, de esta forma no tienes que estar comiendo siempre fuera. Así que íbamos al súper chino a comprar (sí, los chinos también han llegado hasta aquí y se han hecho los dueños de muchos supermercados) y nos preparábamos la comida.



Y lo imprescindible: nuestras dos hamacas.

  

Los días los dedicamos a hacer distintas excursiones por la montaña, casi siempre en busca de una cascada donde poder darte un bañito. 

La primera excursión empezó subiendo una carretera con mucha pendiente durante unas 5 horas, pero con unas vistas increibles y acompañados de un amigo que hicimos en el hostal. No se separó de nosotros, de hecho, él fue nuestro guía porque se sabía el camino al dedillo.

 


Cuando el camino asfaltado acabó entramos en medio de la selva hasta llegar a una pequeña cascada con una mini piscina a sus pies.



A remojarse los pies...

  


y descansar un rato:


No encontramos ningún animal fuera de lo corriente, pero sí un montón de mariposas de muchos colores.

  

Al día siguiente fuimos a otras cascadas más pequeñas, pero suficientemente profundas para poder bañarte. Tras tres horas de excursión no fue nada fácil cruzar el rio, aunque al rato un rebaño de vacas lo cruzaron sin problema... que cara de tonta se me quedó al ver lo que nos había costado.

  

Y por fin el bañito deseado.

  

Dejamos para el último día la excursión más fuerte, 15 km de subida y 15 de bajada. Como no vamos a adelgazarnos con las palizas que nos damos, pero las vistas merecieron la caminata.

  



Al llegar arriba nos encontramos con una casita. El cabeza de familia se dedicaba a llevar turistas a unas cascadas cercanas. Además, si querías, la mujer te preparaba la comida por muy poco dinero. Pero antes tocaba refrescarse.



Como el cabeza de familia no estaba, fue el hijo menor el que nos hizo de guía.


Por el camino nos explicó que era el menor de 13 hermanos y que de mayor quería hacer de guía igual que su padre, pero que, para hacerlo mejor, una americana amiga suya le estaba dando clases de inglés... ¡Tan pequeño y con visión de futuro! 

A disfrutar un rato de las cascadas...


Y a comer lo que la madre del guía nos había preparado.


Un poco de arroz blanco, unas rodajas de tomate y unos huevos revueltos con cebolla, acompañado por café y jugo de guayaba. ¡Todo riquísimo!

Mientras comimos fueron llegando los hijos del colegio y se sentaban a nuestro alrededor a hablar con nosotros. ¡Resulta que los niños caminaban cada día una hora montaña arriba para ir a la escuela!! Y yo me quejaba de hacer transbordos para ir a la uni....

Ellos viven felices en medio de las montañas, no saben que es internet ni tampoco quieren descubrirlo. Por el momento ninguno de los hijos que conocimos tenía intención de irse a vivir a una gran ciudad, estaban encantados con sus bosques.

Nos despedimos de ellos y empezamos el descenso por un atajo que bordeaba las montañas. Precioso.




Tras tantas caminatas, tocaba un poco de descanso, así que elegimos playa como siguiente destino, concretamente una isla cerca en el archipiélago de Bocas del Toro: Isla Bastimentos.

Isla Bastimentos

Tras dos autobuses, una lancha y una barca de pescadores llegamos a Isla Bastimentos, una isla situada en la costa del Caribe de Panamá.
 

De camino hacia la isla conocimos a Nadia y Steve, una pareja alemana que llevaba unos meses viviendo en Colombia y que habían decidido cruzar América central, desde Colombia hasta Méjico, antes de bajar hasta Chile para quedarse unos meses. Vinieron con nosotros, así que cuando empezamos a buscar hotel intentamos que hubiera dos habitaciones relativamente juntas para poder pasar unos días con ellos. En uno de los hoteles nos encontramos este pequeño huésped:



Tras mirar en todos los alojamientos de la zona, lo conseguimos: dos habitaciones con dos camas de matrimonio cada una, unas vistas espectaculares y lo mejor de todo, una terraza para los cuatro con dos hamacas y una mesa en la que poder comer. 



Acondicionamos la habitación para que los mosquitos no nos picaran, estamos hartos de rascarnos y usar un repelente al que los mosquitos son inmunes. La única forma de evitar a esta mutación tropical de mosquitos es dormir en una cápsula usando la mosquitera que mis compis me regalaran antes de irme a la India (sí nenis, sí, aún la tengo y la uso. ¡Uno de los regalos más amortizados de mi vida!!)


Como nos sobraba una cama, la usamos para hacer los Skypes con la familia o escribir el blog. Siempre intentando estar lo más relajada posible haga lo que haga... Lo de detrás mio no es un cuadro, es una vendana por donde literalmente se metía la infinita vegetación.


Ésta es la super terraza para cuatro.


Y estos somos nosotros desayunando mientras acabábamos de planificar el día.


Tuvimos muy mala suerte y de los tres días que pasamos allí dos estuvo nublado o lloviendo. Así que los momentos de lluvia los veíamos desde la terraza.



Pero la lluvia no siempre es algo malo. Mientras charlábamos en la terraza resguardados de la lluvia pudimos ver como algunos delfines jugaban en el mar. Siento que la única foto sea ésta, pero para que quede constancia ahí os la dejo.


Lo que hicimos el día siguiente no os lo puedo mostrar en fotos ya que lo pasamos haciendo snorkel y aún no tenemos una cámara acuática. Sólo decir que fue genial nadar entre manglares, coger estrellas de mar que no me cabían en las dos manos e incluso ver un tiburón cuando ya íbamos seguros en la barca de camino al hotel.
 
Otro día lo aprovechamos para ir a las playas del otro lado de la isla, pero tanto los isleños como la policía nos advirtieron que cruzando la selva de camino a las playas a menudo había habido robos. Así que cogimos una bolsa del Caprabo (o del super chino que es lo que hay aquí...) y, a parte de la cámara, únicamente cogimos una botella de agua y las toallas. Esto es lo que encontramos tras media hora pisando barro:


Y estando ya tan cerca de la frontera con Costa Rica... ¿por qué no cruzar y continuar visitando lo que nos queda de Panamá a la vuelta?

martes, 24 de julio de 2012

Decimos adiós...


Kotorantá!!!

Ésta es la última entrada que hacemos desde Diabugu, desde Gambia y, en definitiva, desde África... al menos por ahora.

Dejamos atrás otra etapa, dejamos atrás cinco meses que han marcado considerablemente nuestras vidas. 

Aunque todo el mundo nos recomienda no hacerlo, es inevitable comparar esta experiencia con la vivida anteriormente en la India. Y no creemos que sea algo malo, sino todo lo contrario. Compararlas te ayuda a ver las diferencias, a darte cuenta que ambas experiencias te han cambiado, de distinto modo, pero las dos te han aportado cosas que sin haberlas vivido nunca hubieras llegado a tener. Gracias a ambas experiencias podemos decir que somos distintos, que ya no somos aquellas personas que lo dejaron todo hace ya un año y medio.

Si tuviéramos que definir ambas experiencias en pocas palabras...

La India ha sido una experiencia muy enriquecedora a nivel sentimental. De allí nos llevamos una segunda familia, a 20 niños increíbles y a personas maravillosas. 

Gambia ha sido una experiencia enriquecedora a nivel educativo, hemos vivido momentos y situaciones que nos han hecho aprender muchísimo, nos han hecho plantearnos y analizar cosas que nunca antes nos habíamos parado a pensar. 

Es otro mundo, imposible de imaginar si no se ha estado ahí. Hemos vivido sin agua corriente, sin electricidad y con una mala conexión a internet.


Pero a todo hemos acabado acostumbrándonos. Nuestra casa, qué podemos decir de nuestra cabañita, todos la habéis visto.... También a eso nos acostumbramos y sabemos que echaremos de menos el que ha sido nuestro hogar durante cinco meses.

  

Echaremos de menos tantas cosas y a tantas personas que han formado parte de todo lo vivido aquí... Quiero dar las gracias a todas ellas, por contribuir a hacer esta experiencia tan increíble. Y la única forma que se nos ocurre para hacerlo es presentando los.

Nos acordaremos innumerables veces de:

Musa Sakolly (Dabo). No sólo el encargado del "Proyecto Escuela", sino también nuestro amigo. La primera persona que nos dio un paseo por el pueblo el primer día que llegamos, sin dar crédito a lo que estábamos viendo... Aún lo recordamos como si fuera ayer.

 

Ami y Tacko (Keita). Nuestras vecinas y amigas, que nos traían mangos cada vez que tenían, con las que hemos compartido muchas tardes hablando, o mejor dicho, tratando de hablar una mezcla de inglés-sarahule-español mientras nos reíamos sin parar. Gracias Tacko por las lágrimas que se te cayeron el último día al abrazarnos, significaron mucho para mi.

 

Familia Konteh: Ebrima, Chetou y sus 3 hijos, Bubacar, Mamadou, Musa y el "Gordito". Durante tres meses han sido los vecinos con los que más momentos hemos compartido. Nos hemos reido con Chetou, hemos jugado con los niños y el "Gordito" dio sus primeros pasos conmigo tras pasar dos semanas practicando un rato cada tarde. Finalmente, ¡conseguí que se pusiera de pie por sí solo!!



Los trabajadores y las mujeres hospedadas con sus hijos en el CREN (Centro de Recuperación y Educación Nutricional) de Basse. Que nos mostraron la cara más dura de África, la de la malnutrición. Pero que también nos hicieron pasar unos días inolvidables entre bailes y risas, durante los días que estuvimos viviendo allí. Cuando nos despedimos para volver a casa quisieron que bailara con ellas danzas africanas. Lo hice lo mejor que pude:



Muhammed (Tiger). Una gran persona. Un chico que vino a Diabugu en busca de trabajo para poder enviar dinero a su familia en Senegal. Vivía en una habitación alquilada junto a la familia Konteh, y nos instauró el viernes tarde como día oficial del té. Cada semana estaba puntual en casa con sus utensilios para preparar ataya (té negro) y pasar la tarde charlando con nosotros. Una de las personas que más nos ha ayudado y más afecto nos ha dado. Él, junto a Musa, era el que acudía al rescate cuando había que pelear con murciélagos o ratas que se colaban en casa.

 


Candeh. Compañero de fútbol de Iván y uno de sus mejores amigos. Cada noche pasaba por casa para ver que tal estábamos y charlar un rato. En época de mangos siempre se acordó de nosotros, preparaba una bolsa y nos la traía. Una noche le invitamos a probar comida europea por primera vez. Un plato de pasta con sofrito de cebolla, tomate y berenjena. Nunca más volvió a quedrase a cenar.... ¡parece que no acabó de gustarle!

  

Los niños de Diabugu. Todos los niños que cada tarde venían a la puerta de casa a jugar un rato con nosotros, que nos acompañaban a comprar y a dónde quisiera que fuésemos. Ellos son la sonrisa de un país que les falta de todo, ellos los que nos han hecho sentir que valía la pena estar allí día tras día.

  


 
Nuestros amigos que trabajan en otras ONGs (Pere, Roser, Quisma, Jaume, Marc, Gloria, Enric, Guillermo). Pasar tiempo con ellos nos ha permitido volver por unas horas a nuestro país, a nuestras costumbres... Hemos podido hablar con gente que nos entiende y que comparte nuestra forma de pensar. Ellos han sido nuestra desconexión de África cuando lo hemos necesito.



Ansumana. El coordinador de la contraparte en Gambia, un crak. La persona que más nos ha ayudado, que más fácil nos ha hecho el trabajo. Sin una persona como él a nuestro lado todo hubiera sido mucho más difícil y costoso. Una persona emprendedora que nos ha enseñado mucho.



Pero a quien más tenemos que agradecer todo lo que nos ha pasado estos cinco meses es al equipo de Amics i Amigues de Diabugu Batapa (AADB), que trabaja desde Santa Coloma y que sin ellas jamás hubiéramos tenido la oportunidad. Nada de lo que le ha pasado a Diabugu hubiera sido posible sin sus grandes corazones. A nosotros, sin conocernos de nada y tan solo mediante un email enviado des de la India hace casi un año, nos brindaron la oportunidad de poder ir a ayudar a su ONG. Cada día de los que hemos pasado allí nos hemos sentido apoyados y arropados por ellas. Son unas mujeres excepcionales.

Pero no podemos acabar sin agradecer en especial la ayuda y gran labor de Meritxell. La persona que, desde Santa Coloma, ha estado con nosotros todos y cada uno de los días que hemos pasado allí. Ha vivido con nosotros a través de internet el día a día, ha pasado noches sin dormir preocupada por nosotros, ha reído y ha llorado cuando hablábamos por Skype... esta historia no hubiera sido lo mismo si ella no hubiera estado. GRACIAS MERITXELL!!!!!



Ndaga Diabugu, ¡hasta siempre!!

Aunque nuestra aventura no acaba aquí. Empezamos otra nueva etapa, nuestro nuevo destino es...