jueves, 5 de abril de 2012

Hogar dulce Hogar



Kotorantá!!!

Tras dos meses en Diabugu nos sentimos como en casa, aunque esto no se parezca en nada a casa. 

Vivimos en la choza que la ONG tiene en Diabugu. Al llegar nos pareció difícil poder adaptarnos a esta casa y a la forma de hacer las cosas, pero nuevamente lo hemos conseguido. Esta es nuestra casita vista desde fuera, la verja verde que  parece estar flotando está a la espera de que construyamos una valla que cierre el recinto.


Como veis no llega a ser un chalet sino más bien un loft formado por dos habitaciones y un patio trasero. Aunque parezca mentira no necesitamos nada más.

Esta es nuestra cocina, justo entrar en la casa, como un recibidor anexo al resto de la vivienda. Podríais pensar que lo han hecho para evitar que los olores que se desprenden al cocinar no se queden en el resto de la casa, pero no, simplemente es porque la cocina no cabe en otro sitio.

Como veis no hay pica, ni grifo, ni armarios... sólo unos fogones y un mesa donde dejar la cuchara mientras calentamos la comida. Teniendo en cuenta que aquí se cocina en el exterior con fuego de leña, ¡lo nuestro es todo un lujo!

A diferencia de la India, aquí tenemos una cama de matrimonio para poder dormir juntos en lugar de dos camas individuales separadas por dos mosquiteras; más que una pareja parecíamos dos amigos en una casa de colonias. Puedes estar tranquila mama, la mosquitera cubre cada zona de la cama impidiendo que el mosquito de la malaria pueda colarse.


Sí, no os equivocáis, lo que hay encima de las sábanas es una manta. La usábamos hasta hace poco ya que de madrugada refrescaba bastante. Sin embargo, la manta ha pasado a mejor vida, ahora ya hace mucho calor...

Si seguimos el recorrido llegamos a la sala de estar: dos camas a modo de sofás, unos cojines, algún libro, el portátil con varias temporadas de Dexter y Beaking Bad... ¡genial para descansar un rato tras la comida!


Hay que reconocer que en estos sofás alguna que otra siesta nos permitimos de vez en cuando, acompañados por Willy, el perro más perro de todos los perros que hemos conocido.


Girando el pasillo a la izquierda llegamos hasta el comedor: una mesita de madera y 4 sillas que entre el desayuno y el almuerzo se convierten en oficina improvisada.


Y el lujo occidental: la nevera, aunque de momento sólo funciona unas tres horas cada mañana (y aún gracias, porque para las placas solares la nevera consume demasiado), nos regala agua fresquita para las horas de más calor. Cuando está apagada nos recuerda a las neveras que  a menudo aparecían en el programa de callejeros, donde los vagabundos las usan a modo de armario. Mientras está apagada para nosotros es lo mismo.

Las garrafas que se ven al lado de la nevera son las que rellenamos cada día en la fuente. Esas garrafas son sólo para el agua de beber, para lavar la ropa, los platos y para ducharnos usamos el agua del pozo.

Y por último, no por ello menos importante, nuestro baño. O mejor dicho el mobiliario del baño, el resto está en el patio trasero.


No sabéis lo que les gusta el espejo a nuestros amigos, por aquí lo que tienen son espejos de mano, aunque la mayoría se peinan en el espejo de alguna moto. Así que cuando vienen a casa se miran y remiran en él. Les encanta.

Al igual que en la cocina, y como en toda la casa, en el baño tampoco hay grifo. Así que cuando por ejemplo toca lavarse los dientes, de aquí cogemos los cepillos pero para enjuagarse hay que ir al patio.


 Todo esto que os hemos mostrado puede reducirse a una sola fotografía del conjunto.


Este es nuestro loft con un impresionante techo de cañas y paja que preside la choza.


Aunque creo que la parte más peculiar de la casa aún no os la hemos enseñado. En la casa hay una puerta que da acceso al patio trasero, y al fondo de este patio se encuentra el lavabo: un simple agujero de unos 10 metros de profundidad, con 4 paredes que te dan la privacidad que toda persona necesita, pero sin techo para poder disfrutar de las estrellas.


Tras algo de ingenio, le hemos dado un toque occidental que nos hace sentir un poco más como en casa.

 
Y justo antes de llegar al lavabo hemos ideado la ducha. Lo normal aquí es ducharse a cazos: te echas un cazo de agua de un barreño, te enjabonas, coges otro cazo y te quitas el jabón. No está mal pero para personas con pelo largo, como es mi caso, no es tan fácil quitarse el jabón con una sola mano, además de que desperdicias mucha agua. De nuevo agudizamos el ingenio y, con una regadora, nos hicimos nuestra ducha:


Como podéis ver aquí están nuestras dos opciones a la hora de ducharse: o bien llenando la tetera con agua del barreño verde, o si no llenando la regadora y dejando que caiga el agua... al menos tienes las dos manos libres para quitarte el jabón del pelo.

Los gambianos se parten de risa cada vez que les enseñamos la ducha o el váter.

Como ya hemos dicho antes, parte de la cocina también está fuera en el patio. Fregar los platos es una tarea que aquí puedes hacer sentado.



En un barreño enjabonas y en el otro enjuagas, ni un lavavajillas lo hace mejor. Como veis, aquí la tetera también juega un papel importante ¡Y es que en Diabugu no eres nadie sin barreños o cazos!

También la lavadora y la secadora las tenemos en el patio trasero. Hay que escoger el momento de menos calor para poner en marcha la lavadora, y la secadora (cuatro cuerdas a modo de tendedero) no necesita más que 20 minutos para eliminar cualquier gota de agua.


Como veis tenemos todo lo que necesitamos. Lo único que realmente echamos de menos tras pasar aquí unos días fue un armario en el que colocar nuestras cosas. Nos pusimos manos a la obra y lo encargamos al carpintero del pueblo. 


Lo que no sabíamos era que el precio tan bueno que nos hizo (unos 25€) iba a acarrearnos tanto trabajo... El carpintero ni lo lijó ni lo limó, ni creía que la carcoma pudiera ser un problema. Así que aquí me tenéis acabando el armario: primero se lija...



y luego se barniza...

 

No, a Iván no le ha tocado tanto el sol. El que está detrás de mí en la foto no es Iván, sino el cristalero reparando uno de los cristales de la puerta. Ese fue el día de bricolaje en casa.
Finalmente hemos conseguido estar súper cómodos en casa. Y el armario, ni en el IKEA tienen algo con estos acabados.



La única cosa que aún no hemos podido controlar es que de vez en cuando se cuele algún murciélago y empiece a revolotear desorientado por la casa.

El primer día que nos pasó me asusté muchísimo, me metí dentro de la mosquitera y juré no salir hasta que se fuera. Finalmente Mahammed vino a casa a las 23:30 de la noche y en tres zapatillazos lanzados al aire lo mató.

Aquí tenéis al cazador con la víctima:


De todos modos, ahora ya nos han explicado el truco para que se vayan sin tener que hacer puntería con la chancla. Cuando entra alguno, apagamos todas las luces, abrimos la puerta del patio trasero y dejamos encendida una linterna en la puerta. El murciélago acaba por dirigirse hacia la luz, sabiendo que ahí hasta la salida.

Siempre hay un camino mejor y más fácil que el de la violencia.