martes, 24 de julio de 2012

Decimos adiós...


Kotorantá!!!

Ésta es la última entrada que hacemos desde Diabugu, desde Gambia y, en definitiva, desde África... al menos por ahora.

Dejamos atrás otra etapa, dejamos atrás cinco meses que han marcado considerablemente nuestras vidas. 

Aunque todo el mundo nos recomienda no hacerlo, es inevitable comparar esta experiencia con la vivida anteriormente en la India. Y no creemos que sea algo malo, sino todo lo contrario. Compararlas te ayuda a ver las diferencias, a darte cuenta que ambas experiencias te han cambiado, de distinto modo, pero las dos te han aportado cosas que sin haberlas vivido nunca hubieras llegado a tener. Gracias a ambas experiencias podemos decir que somos distintos, que ya no somos aquellas personas que lo dejaron todo hace ya un año y medio.

Si tuviéramos que definir ambas experiencias en pocas palabras...

La India ha sido una experiencia muy enriquecedora a nivel sentimental. De allí nos llevamos una segunda familia, a 20 niños increíbles y a personas maravillosas. 

Gambia ha sido una experiencia enriquecedora a nivel educativo, hemos vivido momentos y situaciones que nos han hecho aprender muchísimo, nos han hecho plantearnos y analizar cosas que nunca antes nos habíamos parado a pensar. 

Es otro mundo, imposible de imaginar si no se ha estado ahí. Hemos vivido sin agua corriente, sin electricidad y con una mala conexión a internet.


Pero a todo hemos acabado acostumbrándonos. Nuestra casa, qué podemos decir de nuestra cabañita, todos la habéis visto.... También a eso nos acostumbramos y sabemos que echaremos de menos el que ha sido nuestro hogar durante cinco meses.

  

Echaremos de menos tantas cosas y a tantas personas que han formado parte de todo lo vivido aquí... Quiero dar las gracias a todas ellas, por contribuir a hacer esta experiencia tan increíble. Y la única forma que se nos ocurre para hacerlo es presentando los.

Nos acordaremos innumerables veces de:

Musa Sakolly (Dabo). No sólo el encargado del "Proyecto Escuela", sino también nuestro amigo. La primera persona que nos dio un paseo por el pueblo el primer día que llegamos, sin dar crédito a lo que estábamos viendo... Aún lo recordamos como si fuera ayer.

 

Ami y Tacko (Keita). Nuestras vecinas y amigas, que nos traían mangos cada vez que tenían, con las que hemos compartido muchas tardes hablando, o mejor dicho, tratando de hablar una mezcla de inglés-sarahule-español mientras nos reíamos sin parar. Gracias Tacko por las lágrimas que se te cayeron el último día al abrazarnos, significaron mucho para mi.

 

Familia Konteh: Ebrima, Chetou y sus 3 hijos, Bubacar, Mamadou, Musa y el "Gordito". Durante tres meses han sido los vecinos con los que más momentos hemos compartido. Nos hemos reido con Chetou, hemos jugado con los niños y el "Gordito" dio sus primeros pasos conmigo tras pasar dos semanas practicando un rato cada tarde. Finalmente, ¡conseguí que se pusiera de pie por sí solo!!



Los trabajadores y las mujeres hospedadas con sus hijos en el CREN (Centro de Recuperación y Educación Nutricional) de Basse. Que nos mostraron la cara más dura de África, la de la malnutrición. Pero que también nos hicieron pasar unos días inolvidables entre bailes y risas, durante los días que estuvimos viviendo allí. Cuando nos despedimos para volver a casa quisieron que bailara con ellas danzas africanas. Lo hice lo mejor que pude:



Muhammed (Tiger). Una gran persona. Un chico que vino a Diabugu en busca de trabajo para poder enviar dinero a su familia en Senegal. Vivía en una habitación alquilada junto a la familia Konteh, y nos instauró el viernes tarde como día oficial del té. Cada semana estaba puntual en casa con sus utensilios para preparar ataya (té negro) y pasar la tarde charlando con nosotros. Una de las personas que más nos ha ayudado y más afecto nos ha dado. Él, junto a Musa, era el que acudía al rescate cuando había que pelear con murciélagos o ratas que se colaban en casa.

 


Candeh. Compañero de fútbol de Iván y uno de sus mejores amigos. Cada noche pasaba por casa para ver que tal estábamos y charlar un rato. En época de mangos siempre se acordó de nosotros, preparaba una bolsa y nos la traía. Una noche le invitamos a probar comida europea por primera vez. Un plato de pasta con sofrito de cebolla, tomate y berenjena. Nunca más volvió a quedrase a cenar.... ¡parece que no acabó de gustarle!

  

Los niños de Diabugu. Todos los niños que cada tarde venían a la puerta de casa a jugar un rato con nosotros, que nos acompañaban a comprar y a dónde quisiera que fuésemos. Ellos son la sonrisa de un país que les falta de todo, ellos los que nos han hecho sentir que valía la pena estar allí día tras día.

  


 
Nuestros amigos que trabajan en otras ONGs (Pere, Roser, Quisma, Jaume, Marc, Gloria, Enric, Guillermo). Pasar tiempo con ellos nos ha permitido volver por unas horas a nuestro país, a nuestras costumbres... Hemos podido hablar con gente que nos entiende y que comparte nuestra forma de pensar. Ellos han sido nuestra desconexión de África cuando lo hemos necesito.



Ansumana. El coordinador de la contraparte en Gambia, un crak. La persona que más nos ha ayudado, que más fácil nos ha hecho el trabajo. Sin una persona como él a nuestro lado todo hubiera sido mucho más difícil y costoso. Una persona emprendedora que nos ha enseñado mucho.



Pero a quien más tenemos que agradecer todo lo que nos ha pasado estos cinco meses es al equipo de Amics i Amigues de Diabugu Batapa (AADB), que trabaja desde Santa Coloma y que sin ellas jamás hubiéramos tenido la oportunidad. Nada de lo que le ha pasado a Diabugu hubiera sido posible sin sus grandes corazones. A nosotros, sin conocernos de nada y tan solo mediante un email enviado des de la India hace casi un año, nos brindaron la oportunidad de poder ir a ayudar a su ONG. Cada día de los que hemos pasado allí nos hemos sentido apoyados y arropados por ellas. Son unas mujeres excepcionales.

Pero no podemos acabar sin agradecer en especial la ayuda y gran labor de Meritxell. La persona que, desde Santa Coloma, ha estado con nosotros todos y cada uno de los días que hemos pasado allí. Ha vivido con nosotros a través de internet el día a día, ha pasado noches sin dormir preocupada por nosotros, ha reído y ha llorado cuando hablábamos por Skype... esta historia no hubiera sido lo mismo si ella no hubiera estado. GRACIAS MERITXELL!!!!!



Ndaga Diabugu, ¡hasta siempre!!

Aunque nuestra aventura no acaba aquí. Empezamos otra nueva etapa, nuestro nuevo destino es...

martes, 10 de julio de 2012

Sare Fodigeh


Tanala!!!

Si hay un lugar en Gambia en el que siempre nos han recibido con los brazos abiertos, y donde todos sus habitantes no han dudado en ofrecernos todo lo que han tenido, que a nuestros ojos podría ser poco, no puede ser otro más que Sare Fodigeh.

Se trata de un pequeña aldea a tan solo 6 kilómetros de nuestro pueblo, de etnia fula, a diferencia de Diabugu que predomina la etnia sarahule. 

  

 

A los fula se les distingue muy fácilmente del resto de etnias, en especial a las mujeres. Se caracterizan por llevar, entre otros ornamentos, un montón de pendientes dorados alrededor de la oreja, donde los principales son dos aros dorados enormes con un hilito rojo. Además, la mayoría también llevan un collar ajustado a la garganta y, cómo no, collares y pulseras hechos a mano con bolitas de colores.

  

Un día decidimos coger las bicis y pedalear los 6 km para hacerles una visita. No os podéis imaginar el calor que hacía a las 09:00 de la mañana por en medio de la sabana.



El recibimiento fue increíble. Habíamos avisado con antelación y todos nos estaban esperando con una bandera improvisada, hecha a mano, en señal de bienvenida.


En la mayoría de pueblos de Gambia tienes la sensación que casi todos son niños, y Sare Fodigeh no podía ser menos. En un momento nos vimos rodeados de niños que nos seguían allá dónde fuéramos.


Sus caras al mirarnos no tenían precio, parecía que fuésemos los primeros blancos que veían.


 

Hace un año, la ONG con la que estamos cooperando (Amics i Amigues de Diabugu Batapa) llevó a cabo un proyecto para hacer llegar agua corriente al pueblo. Hasta entonces sólo disponían de un pozo con agua no apta para el consumo humano, que únicamente deberían usar para lavar y dar de beber a los animales. 

  

Para poder beber agua potable, cada mañana, las mujeres del pueblo recorrían los 6 km a pie hasta Diabugu para volver cargadas con dos garrafas de 20 litros, una la llevaban en la cabeza y la otra en una de sus manos. Realmente era difícil pensar en poder beber agua saludable.

Pero desde hace un año todo ha cambiado. Se instaló una bomba que, mediante placas solares, consigue la potencia suficiente para extraer agua de un pozo subterráneo apta para el consumo humano. 

  

De este modo las mujeres sólo deben ir a las fuentes que hay a la entrada del pueblo y llenar ahí sus garrafas.

 

La vida de esta gente realmente cambió con la llegada de agua potable, en especial la vida de las mujeres.

Tras ver el proyecto nos invitaron a dar una vuelta para enseñarnos el pueblo. Las caras de asombro continuaban mientras recorríamos las calles.


Aunque parezca mentira, ese niño pedaleaba la bicicleta tal y como lo veis colocado, pero paró para echar un vistazo a los "tobaco" (o algo así nos llamaban aquí).




Mientras recorríamos el pueblo, nos dimos cuenta de que era uno de los lugares más pobres en el que habíamos estado jamás. No hay una tienda en la que poder comprar una barra de pan, ni una parada con alguien vendiendo las cuatro cosas básicas para cocinar, ni obviamente un médico... no hay nada, nada de nada, únicamente cabañas construidas sobre un suelo de arena de playa, un pozo y las dos fuentes que se instalaron recientemente.

 


Pasamos por delante de una niña que estaba desayunando, no pareció importarle en absoluto que dos blancos cruzaran por delante suyo.


Su desayuno era más importante.

 

Tras un breve recorrido por el pueblo tuvimos una reunión con los mayores dirigentes: alcalde (alikalo), presidenta de la asociación de mujeres, presidente del comité de desarrollo... para que nos explicaran como estaba funcionando el proyecto del abastecimiento de agua.

Fue el meeting más peculiar que habíamos hecho nunca, sentados en unos mini taburetes de madera y cubiertos por una estructura de cañas que intentaba apaciguar el tremendo calor de más de 40ºC.

  

La reunión hubiera sido un fracaso si no hubiéramos contado con la colaboración de, como no, un traductor: nuestro amigo Kulle Jallow, el único del pueblo que habla inglés. Es también el responsable de presentar proyectos a diversas ONGs para conseguir ayudas para Sare Fodigeh.

Es el que está sentado a la derecha de Iván.

 
Acabada la reunión, la asociación de mujeres tenía un regalo para mí. Me habían hecho unas pulseras fula preciosas, que me ayudaron a ponerme.

 


Tras la reunión, el regalo y los mutuos agradecimientos, nos quedamos a comer. La comida nos la habían preparado en casa de nuestro amigo Kulle. Su casa no es más que una cabaña redonda en la que hay 2 camas y ropa colgada por todas partes.


La comida consistió en arroz acompañado de salsa de cacahuete que comimos al modo africano, es decir, de cuclillas en el suelo y comiendo todos a la vez del mismo bol.

  

 

 

Tras la comida, cogimos nuevamente las bicicletas y nos volvimos a casa.

  

Aunque sólo son 6 km, hubo que hacer una parada bajo la sombra de un árbol para beber algo de agua.

  

Más de uno debió pensar: “¿Dónde van estos tobaco en bici con el calor que hace??!!”

miércoles, 4 de julio de 2012

Días de Fútbol

Kotorantá!!!

Esta experiencia no hubiera sido lo mismo para Iván si no hubiera tenido fútbol día tras día.
Aquí son unos fanáticos de este deporte, entrenan a diario de lunes a domingo durante dos horas. El único día en el que se cancela un partido es cuando ha fallecido alguien en el pueblo, ya que a modo de luto no se realiza ningún tipo de actividad.

  

Cualquier edad es buena para jugar: desde los niños al salir del colegio...

 


Hasta los mayores cuando salen de trabajar.

  

Todos cuidan el más mínimo detalle su equipación. Este es Kandeh, el mejor amigo de Iván aquí en Gambia, preparado para entrar al campo.


Lo más peculiar es el calzado, lo que para nosotros sería unas típicas chanclas de rio, a ellos les sirven para jugar a fútbol. Aquí el campo es poco más que una paya con dos porterías, lleno de arena y con alguna que otra duna, así que es seguramente lo más adecuado.

Iván empezó jugando con botas que se trajo de Barcelona, pero cuando probó las zapatillas de goma no dudo en regalar las otras (que ya estaban muy viejas) y tiró la casa por la ventana: se compró unas por 1€.

 

Aunque en realidad, la razón de usar estas chanclas de goma es porque las clásicas botas de fútbol les resultan un dineral. Sólo algunos afortunados con familia o amigos en el extranjero pueden permitirse el lujo de tener unas de segunda mano. Bangali es uno de ellos.  
 

Al principio Iván tenía problemas para poder diferenciar a los jugadores que formaban parte de su equipo de los que no, todos le parecían más o menos iguales (a ellos también les pasa con nosotros...). De hecho, los jugadores del equipo contrario le tomaron el pelo más de una vez: “eh Iván, aquí aquí... pásamela!!!” Y claro, qué iba a hacer Iván? pues confiar y pasarla....

Así que se estableció una nueva norma en el campo: los que jugaran en el equipo del “tubabu” (“blanquito” en su idioma) deberían llevar puesto un peto amarillo para que se les pudiera reconocer fácilmente.

 

Os dejo una muestra de cómo juegan aquí.



Son más fuertes, más rápidos... en resumidas cuentas: son unas bestias físicas. Y por supuesto esto conlleva algún que otro problema, como por ejemplo que te hagan una entrada de tarjeta roja y el árbitro no pite ni falta porque no la considera lo suficientemente fuerte. Por cierto, increíblemente siempre hay alguien dispuesto a hacer de árbitro, tanto en los partidos como en los entrenos.

Total, que esa entrada ha dejado a Iván lesionado y lleva ya más de un mes sin poder jugar. Pero para que veáis lo en serio que se toman aquí esto del fútbol: hay un chico, el responsable del proyecto escuela de la ONG, Musa Sakolly, que además de un gran jugador, también es el masajista del equipo. Tiene una crema local terapéutica y cada vez que alguien se lesiona le da masajes hasta que se recupera. El pie de Iván también pasó por sus manos.


Como buen gambiano es capaz de hacer cualquier cosa mientras habla por el móvil. Esperemos que en breve esté recuperado, o de lo contrario habrá que hacer una visita al médico cuando volvamos a Barcelona.

Pero no todo el fútbol que tenemos aquí es el que se juega en el campo. Desde que llegamos a Gambia no nos hemos perdido ni un partido del Barça. De hecho, si quisiéramos podríamos seguir todos los campeonatos del mundo de fútbol: la liga española, la inglesa, la Champions, selecciones nacionales...

Aquí en Diabugu, como en muchos otros pueblos, existen lo que ellos llaman videoclubs, aunque dista mucho de lo que nosotros podríamos imaginar. La definición correcta sería la siguiente:

Videoclub: antiguo establo, sin ventanas, con una única puerta como entrada de luz y aire, acondicionado con unos cuantos bancos de madera y 3 televisores conectados a una antena parabólica enorme situada normalmente en la entrada (como reclamo comercial).





Es fácil saber qué día dan los partidos, aquí no ven la tele ni consultan internet, así que la mejor forma de saberlo es mirando la pizarra que actualizan día a día.



Sí, en efecto, hasta las cabras en Gambia están interesadas en los partidos.

El precio por partido es de 5 dalasis (unos 0,12€), excepto los de Champions, que cuestan 10 dalasis. Este dinero te da derecho a un trozo de banco de madera y a gritar tanto como quieras.

Tanto practicar fútbol en la zona interior del país como ver fútbol por la televisión es cosa de hombres, así que nunca verás a una mujer entrar en el videoclub. Bueno, mejor dicho, a la única mujer que verás entrar en el videoclub es a mí. Así como Iván ha sido el primer blanco que ha jugado a fútbol en Diabugu, yo he sido la primera blanca que se ha colado en el videoclub.

Al principio todo eran caras raras al verme entrar, pero ahora ya soy una más.



Es cierto, una más tampoco, quizá desentono un poco, pero el caso es que se han acostumbrado a que vaya a ver el Barça y celebran conmigo los goles igual que con cualquier otro.

Ver el fútbol aquí dentro es toda una experiencia. Aunque una experiencia que se hace casi insoportable cuando fuera estamos a 43º C, imaginaros dentro...

En cualquier caso, Diabugu no hubiera sido lo mismo para Iván si no hubiera existido el fútbol.