miércoles, 4 de julio de 2012

Días de Fútbol

Kotorantá!!!

Esta experiencia no hubiera sido lo mismo para Iván si no hubiera tenido fútbol día tras día.
Aquí son unos fanáticos de este deporte, entrenan a diario de lunes a domingo durante dos horas. El único día en el que se cancela un partido es cuando ha fallecido alguien en el pueblo, ya que a modo de luto no se realiza ningún tipo de actividad.

  

Cualquier edad es buena para jugar: desde los niños al salir del colegio...

 


Hasta los mayores cuando salen de trabajar.

  

Todos cuidan el más mínimo detalle su equipación. Este es Kandeh, el mejor amigo de Iván aquí en Gambia, preparado para entrar al campo.


Lo más peculiar es el calzado, lo que para nosotros sería unas típicas chanclas de rio, a ellos les sirven para jugar a fútbol. Aquí el campo es poco más que una paya con dos porterías, lleno de arena y con alguna que otra duna, así que es seguramente lo más adecuado.

Iván empezó jugando con botas que se trajo de Barcelona, pero cuando probó las zapatillas de goma no dudo en regalar las otras (que ya estaban muy viejas) y tiró la casa por la ventana: se compró unas por 1€.

 

Aunque en realidad, la razón de usar estas chanclas de goma es porque las clásicas botas de fútbol les resultan un dineral. Sólo algunos afortunados con familia o amigos en el extranjero pueden permitirse el lujo de tener unas de segunda mano. Bangali es uno de ellos.  
 

Al principio Iván tenía problemas para poder diferenciar a los jugadores que formaban parte de su equipo de los que no, todos le parecían más o menos iguales (a ellos también les pasa con nosotros...). De hecho, los jugadores del equipo contrario le tomaron el pelo más de una vez: “eh Iván, aquí aquí... pásamela!!!” Y claro, qué iba a hacer Iván? pues confiar y pasarla....

Así que se estableció una nueva norma en el campo: los que jugaran en el equipo del “tubabu” (“blanquito” en su idioma) deberían llevar puesto un peto amarillo para que se les pudiera reconocer fácilmente.

 

Os dejo una muestra de cómo juegan aquí.



Son más fuertes, más rápidos... en resumidas cuentas: son unas bestias físicas. Y por supuesto esto conlleva algún que otro problema, como por ejemplo que te hagan una entrada de tarjeta roja y el árbitro no pite ni falta porque no la considera lo suficientemente fuerte. Por cierto, increíblemente siempre hay alguien dispuesto a hacer de árbitro, tanto en los partidos como en los entrenos.

Total, que esa entrada ha dejado a Iván lesionado y lleva ya más de un mes sin poder jugar. Pero para que veáis lo en serio que se toman aquí esto del fútbol: hay un chico, el responsable del proyecto escuela de la ONG, Musa Sakolly, que además de un gran jugador, también es el masajista del equipo. Tiene una crema local terapéutica y cada vez que alguien se lesiona le da masajes hasta que se recupera. El pie de Iván también pasó por sus manos.


Como buen gambiano es capaz de hacer cualquier cosa mientras habla por el móvil. Esperemos que en breve esté recuperado, o de lo contrario habrá que hacer una visita al médico cuando volvamos a Barcelona.

Pero no todo el fútbol que tenemos aquí es el que se juega en el campo. Desde que llegamos a Gambia no nos hemos perdido ni un partido del Barça. De hecho, si quisiéramos podríamos seguir todos los campeonatos del mundo de fútbol: la liga española, la inglesa, la Champions, selecciones nacionales...

Aquí en Diabugu, como en muchos otros pueblos, existen lo que ellos llaman videoclubs, aunque dista mucho de lo que nosotros podríamos imaginar. La definición correcta sería la siguiente:

Videoclub: antiguo establo, sin ventanas, con una única puerta como entrada de luz y aire, acondicionado con unos cuantos bancos de madera y 3 televisores conectados a una antena parabólica enorme situada normalmente en la entrada (como reclamo comercial).





Es fácil saber qué día dan los partidos, aquí no ven la tele ni consultan internet, así que la mejor forma de saberlo es mirando la pizarra que actualizan día a día.



Sí, en efecto, hasta las cabras en Gambia están interesadas en los partidos.

El precio por partido es de 5 dalasis (unos 0,12€), excepto los de Champions, que cuestan 10 dalasis. Este dinero te da derecho a un trozo de banco de madera y a gritar tanto como quieras.

Tanto practicar fútbol en la zona interior del país como ver fútbol por la televisión es cosa de hombres, así que nunca verás a una mujer entrar en el videoclub. Bueno, mejor dicho, a la única mujer que verás entrar en el videoclub es a mí. Así como Iván ha sido el primer blanco que ha jugado a fútbol en Diabugu, yo he sido la primera blanca que se ha colado en el videoclub.

Al principio todo eran caras raras al verme entrar, pero ahora ya soy una más.



Es cierto, una más tampoco, quizá desentono un poco, pero el caso es que se han acostumbrado a que vaya a ver el Barça y celebran conmigo los goles igual que con cualquier otro.

Ver el fútbol aquí dentro es toda una experiencia. Aunque una experiencia que se hace casi insoportable cuando fuera estamos a 43º C, imaginaros dentro...

En cualquier caso, Diabugu no hubiera sido lo mismo para Iván si no hubiera existido el fútbol.


1 comentario:

  1. hola guapos!!!! Em sonen una mica aquestes fotos.....A veure si feu una entrada d'allà on sigueu ara! Una abraçada avans de tornar a Gambia! Salut! Quisma

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