lunes, 31 de octubre de 2011

Tailandia - NONG KHAI





Sà-wàt-dee!!!!!


Tras relajarnos en Koh Tao, nuestra intención era subir hacia al norte de Tailandia, visitar Ayutthaya, Sukhothai y, entre otras cosas, hacer algún trekking por Pai. Finalmente tuvimos que cambiar los planes, las lluvias habían inundado la ciudad de Ayutthaya y la línea de tren que va hacia el norte había sido cortada. Únicamente se podía acceder en avión o en bus.

Teníamos pensado hacer trekking también en Laos, nos habían dicho que era menos turístico y los paisajes increíbles. Así que aunque nos quedamos con las ganas de visitar más cosas en Tailandia, decidimos coger la línea noreste de tren y bajar en la última parada: Nong Khai, una pequeña provincia separada de Laos por el río Mekong.


Para llegar desde Koh Tao tuvimos que viajar en ferry 2,30 horas, después en tren unas 12 horas hasta Bangkok, pasar 10 más en Bangkok esperando al siguiente tren y por último 12 horas más hasta nuestro ansiado destino. Llegamos reventados!!

Nos hospedamos en una agradable guesthouse situada delante del río Mekong.


El sistema de funcionamiento es muy curioso, te dan una libreta con tu número de habitación y tu debes escribir en ella todo lo que gastas. Que quieres una cerveza, vas a la nevera la coges y lo apuntas, que quieres unas bicis, vas al garaje las coges y lo apuntas… en España esta gente se arruina seguro, jaja

El primer día fue inútil para nosotros, estábamos cansadísimos, así que fuimos a comernos unos noodles, nos dimos una ducha y a dormir. Eso sí, la cena no perdona, así que fuimos a una calle llena de paradas en la que puedes sentarte a comer. Por primera vez desde que salimos de España nos comimos un pollo asado riquísimo.

El día siguiente lo empezamos con energía: alquilamos unas bicis. En efecto, las cogimos del garaje y juro que lo apuntamos en la libreta ;)

La verdad es que nuevecitas, nuevecitas no eran…
 

Nos dieron unos mapas que han hecho en la misma guesthouse y que van genial para saber donde está todo. Empezamos por visitar algunos templos del pueblo.



Y para nuestra sorpresa encontramos uno de ellos significativamente distinto a los demás, un templo chino.


También vimos los mercados de comida y artículos varios que montan cada día. Visto el pueblo, decidimos ir a visitar un parque lleno de esculturas que estaba a unos 10km de distancia.

Después de mucho pedalear llegamos a unos jardines llenos de esculturas inmensas de dioses de las mitologías budista e hindú.




Hacía bastante calor, así que paramos delante de un estanque a descansar. De repente empezamos a oír como los peces saltaban en el agua en busca de alimento. Nos acercamos a verlos y resultó que eso no eran peces sino alguna especie de mutación, eran inmensos.

En la foto aparecen mis pies, para que os hagáis una idea de las proporciones. Vamos como para darte un bañito.



Aunque lo más alucinante que vimos en el parque vino después. Encontramos un edificio en el que había centenares de fotografías del autor de las esculturas, bueno de él, de su familia, de sus perros… Y lo más fuerte: él también estaba. Muerto hacía años, lo habían embalsamado y yacía dentro de una urna de cristal. 

Me recordó a la escena del cuento de Blancanieves, cuando ella se muere al morder una manzana y los enanitos la meten en una urna de cristal, aunque esto era versión discoteca. Juzgar vosotros mismos…
 

Aún en estado de shock, salimos del parque y fuimos a buscar algún sitio para comer. Entramos en un mercado en busca de algún pincho y de bichos. Sí, habéis leído bien: bichos. Sentía una gran curiosidad por saber qué son capaces de comer y, para qué engañarnos, también por saber a qué saben.

Por fin pude saciar mi curiosidad, allí estaban. Como si tal cosa una tailandesa los vendía en una parada junto a un montón de cacahuetes, como si fuera un pica-pica más.


Habían distintos tipos: grillos grandes parecidos a las langostas, larvas, cucarachas y grillos pequeños. Era mi primera vez así que tampoco me iba a aventurar demasiado. Pedí los grillos pequeños, aunque la mujer me ofreció hacer un surtido y poner también algún cacahuete, como si fuera lo mismo!!!

Ahí tenéis la bolsita que me dio:




Y ahí está uno de ellos preparado para ser comido:



  

Y aquí estoy yo comiéndomelo:



Tengo que decir que me gustaron bastante, vienen a ser como chips, están muy condimentados y eso es lo que realmente les da sabor. Si metes la mano en la bolsa y escoges el que te vas a comer si que es un poco desagradable, pero si vas comiendo sin mirar están deliciosos.

Iván prefirió unos pinchos más normales.

Por la tarde pedaleamos un poco más por los alrededores de Nong Khai aunque, por falta de tiempo, no pudimos llegar a unos pueblos que nos habían dicho que eran my bonitos. Merece la pena alquilar una moto e ir, pero el ejercicio valió la pena. No había ejercitado un solo músculo desde hacía 6 meses.

Vimos la puesta de sol en el Mekong, acompañados por unos adolescentes que hacían gimnasia en la calle. Aquí en Tailandia es muy típico hacer ejercicio en la calle, los gimnasios deben ser muy caros...




Y antes de despedirnos de Tailandia para cruzar a Laos fuimos a un restaurante para comer, como no, una sopa de noodles.

Esta es la cocina del restaurante.



Y esta nuestra mesa.



Con esto acaba nuestra aventura en Tailandia, pero nos ha quedado pendiente visitar el norte. Habrá que volver, el país nos ha gustado mucho. Y el cambio experimentado tras salir de India ha sido brutal.


domingo, 30 de octubre de 2011

Tailandia – KOH TAO


Sà-wàt-dee!!!!!

Tras 12 horas de tren y 3 de ferry llegamos a Koh Tao, una de las islas situadas al este de la península. Llegamos allí con la intención de probar el submarinismo y hacer un curso si veíamos que nos gustaba.


Creíamos que llegábamos a una isla tranquila y poco masificada, en ella sólo viven 750 personas (sin contar turistas) y, por ejemplo, no hay cuerpo de policía.

Pero debido al turismo, especialmente en temporada alta, las cifras son exorbitantes. La zona de la isla que tiene la mayor extensión de playa, Sairee Village y Mae Haad Village, se ha convertido en un Benidorm. Todo lo que hay construido es única y exclusivamente para el turismo.

Escogimos irnos al otro extremo, a Chalok Baan Kao Village, la parte sur de la isla, donde el turismo está más controlado y todo es más tranquilo.

Tan solo llegar y tras mojarnos los pies en las aguas cristalinas de la playa fuimos en busca de hotel. Encontramos una cabañita con vistas a toda la bahía por menos de 4€ la noche.




Esa misma noche descubrimos que en nuestra cabaña vivía un lagarto extraordinariamente bonito y totalmente inofensivo. Y lo tuvimos ahí cada noche, haciéndonos compañía.


Fijaros en los tejanos que hay tendidos para que podáis comparar proporciones.



Cada mañana para desayunar íbamos a uno de los restaurantes que estaban delante de la playa. Era genial tumbarse en la mecedora mientras te tomabas el batido de frutas y el sándwich. Durante nuestros días en Koh Tao volvimos a recuperar algo de la dieta occidental, aunque no nos faltó nuestro Pat Thai diario (noodles en un wok con una salsa especial).


Una de las cosas más increíbles que he hecho en mi vida ha sido aquí: nadar con tiburones. Conocimos a una pareja valenciana, Ángel y Lucía, que llevaban un mes de vacaciones por el sudeste asiático y éste era su último destino antes de regresar a casa. Pasamos nuestros tres primeros días con ellos.

El primer día nos dijeron que fuéramos a hacer snorkel cerca de Shark Island, donde quizás podríamos ver tiburones que frecuentaban la bahía. Son tiburones punta negra, el nombre es debido a una mancha negra que tienen en la cola y en la aleta, son totalmente inofensivos, se alimentan de carroña, aunque verlos nadando a tu alrededor da bastante miedo, los adultos miden entre 1,5 y 2 metros.

Buscamos información para corroborar que eran inofensivos, y esto era lo que supuestamente podíamos encontrarnos. ¡¡Poca broma!!


Muy decididos, alquilamos aletas, tubo y gafas y nos tiramos al agua, fuimos nadando hasta los alrededores de Shark Island. Era impresionante la cantidad de vida que podías llegar a ver, había infinidad de peces de formas y colores distintos. Eran las 12:00 del mediodía y la visibilidad del fondo que estaba tan solo a 4 metros era perfecta. De repente los vimos. Eran dos. Uno pasó por debajo nuestro y se fue, el otro en cambio se quedó en el fondo dando vueltas a nuestro alrededor. Nosotros lo veíamos desde la superficie y tengo que admitir que aunque sabes que es inofensivo, la sensación no es comparable a nada.

Pasamos como 20 minutos viendo como el tiburón paseaba entre los bancos de peces, como buscaba comida y como nadaba en círculos. Ángel llevaba una cámara acuática y pudo grabar unos minutos, ahí os lo dejo. El fondo no se ve muy bien, es difícil diferenciar las cosas (especialmente después de haber subido el vídeo ¿?), pero lo que si se ve claro al fondo de la imagen (4 metros nos separaban de él) es el tiburón.






Hubo un momento que empezó a hacer movimientos rápidos en el fondo como si estuviera cazando, fue ahí cuando decidimos que ya habíamos visto bastante, y nos volvimos a la orilla.

A la hora volvimos a pasar para ver si veíamos alguno más, nos habían dicho que por la tarde era cuando habían más. Y así fue, la visibilidad era mucho peor y sólo los podías ver cuando pasaban cerca de ti. Ninguno se paró, todos pasaban y se iban, pudimos contar unos 6. Esto es sin duda una de las cosas más emocionantes que hemos hecho en nuestra vida.

A los dos días empezamos con el curso de submarinismo, hicimos las clases de teoría y antes de empezar con la práctica nos hicieron una prueba de resistencia, nadando un poco y haciendo unos ejercicios. Yo tenía mis dudas de que fuera capaz de poder relajarme a 18 metros bajo el mar, pero quería intentarlo para no quedarme con la duda.

Nos pusimos el equipo y nos tiramos al agua cristalina de Aow Leuk Bay, una playa preciosa casi desierta. Empezamos a hacer ejercicios bajo el agua: quitarte la máscara, ponértela, llenarla de agua, estirarte en el suelo… Yo empezaba a estar incómoda respirando por el regulador, me agobiaba la idea de pensar que si ahí estaba incomoda, a 18 m lo iba a estar pasando mal, ya que la opción de subir de golpe a la superficie estando tan profundo puede ser peligroso para tu organismo.

Finalmente decidí que por ahora el mundo del submarinismo no está hecho para mí, me encanta hacer snorkel y sumergirme 4 metros bajo el agua sabiendo que puedo en un segundo volver a respirar aire. Volveré a intentarlo en un futuro, por ahora Iván fue el único que bajo a 18 metros.



Según Iván era como estar buceando en un acuario. Le encantó.

 

Y una vez acabado el curso se volvió en moto a la playa :)


A parte del curso de submarinismo, los días en Koh Tao los hemos dedicado básicamente a no hacer nada, tan solo descansar, tomar el sol, ver las puestas de sol y pasear de playa en playa, a las que llegábamos andando o en moto. 



Iván se dedicaba a cazar otros bañistas para que pudiéramos comer. Aquí lo tenéis en plena acción.


Mientras yo lo esperaba descansando: unas veces sentada….


y otras tumbada…



Las puestas de sol eran espectaculares, el cielo tenía unos colores inverosímiles.





Sin duda alguna, en Sai Nuan Beach vimos la mejor puesta de sol de nuestros días en Koh Tao.



 

También quisimos ver como era el Benidorm de Koh Tao, así que cogimos la moto y nos plantamos en la otra parte de la isla. Pudimos escoger entre centenares de restaurantes en los que servían pizza, pasta, ensaladas, hamburguesas… Luego asistimos a un espectáculo de Lady Boys, muy divertido. Para rematar la noche, cuando volvíamos para el hotel se nos pinchó una rueda, así que tuvimos que cruzar la isla caminando y arrastrando la moto.

Al día siguiente la fuimos a arreglar, en Koh Tao tienes que tener mucho cuidado al alquilar una moto, la mayoría de carreteras no están asfaltadas, sólo son caminos que el agua de las lluvias ha destrozado. Así que cuando la alquilas te hacen firmar un contrato con todos los daños que tiene la moto antes de que te la lleves, y con el precio que tendrás que pagar por cada uno de los nuevos daños que traiga la moto a la vuelta. Son muchos los que ves vendados y con arañazos por herida de moto, y seguramente con unos cuantos baths menos en el bolsillo.

Y para conseguir la máxima relajación, el último día fui a hacerme un masaje tailandés. Es genial, durante una hora hay una tailandesa pequeñita y muy flexible que se pone de pie encima tuyo, luego de rodillas, luego te retuerce la espalda y te hace crujir todos los huesos de tu cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Aunque parezca mentira es infinitamente relajante, a mi me gustó muchísimo.



Al principio te engaña con simples masajes, pero a la que te descuidas ahí la tienes…


Fijaros en la siguiente foto donde tiene puesta su pierna…





Si vais a Koh Tao y quereis un masaje os recomiendo este sitio, se llama Family Vip Thai Massage, en Chalok Bay, son muy amables y me dejaron como nueva.

Tras nueve días de relajación en Koh Tao ya estábamos preparados para subir al norte de Tailandia y planear nuestra nueva aventura. Ahí me tenéis escribiendo estas últimas palabras, esperando el taxi que nos llevaba de nuevo al muelle.


sábado, 29 de octubre de 2011

Tailandia - BANGKOK



Sà-wàt-dee!!!!!

Tras despedirnos de India, cogimos un vuelo rumbo a Bangkok. Comenzaba nuestro viaje por el sureste asiático.


Sin tener claro que queríamos visitar y como íbamos a gastar los próximos 70 días, iniciamos el viaje de 5 horas que nos llevaría a nuestro primer destino: Bangkok.



Nada más aterrizar a las 05:00 de la mañana, sin ninguna reserva de hotel ni nada previsto, decidimos que merecíamos un desayuno occidental. Habíamos pasado 5 meses desayunando arroz, galletas y xai.


Tras el desayuno tomamos un tren pijísimo que te lleva del aeropuerto directamente al centro de la ciudad sin paradas, y allí un autobús que nos llevaría al meollo turístico. Fue en ese bus donde empezamos a ser conscientes del cambio de país que habíamos hecho en tan solo 5 horas. Aquí la población está mucho más desarrollada (económicamente hablando), hay muchísimos vehículos por las calles, incluso un metro que te pasa por encima, paradas de comida por todas partes, la gente usa esas mascarillas de cirujano (pero con mil diseños y colores, eso sí)… y lo que más me entusiasmó: la mayoría de niñas, chicas y mujeres iban con pantalón corto, mejor dicho, cortísimo!!


Tras 5 meses sin enseñar ni los tobillos con un calor insoportable en las piernas, por fin había llegado a un lugar en el que cuanto más corto fuese tu pantalón, más fashion eras. Salí corriendo a comprarme uno y todavía hoy lo llevo puesto, aunque lo voy lavando de vez en cuando, claro :)  

Tocaba buscar hotel, así que empezamos a caminar por calles para preguntar precio en algunos que habíamos encontrado en la guía.

Hay una calle en Bangkok hecha únicamente para el turista llamada Th Khao San Road, donde puedes encontrar todo tipo de hoteles, restaurantes, discotecas y tiendas de carácter occidental. Nosotros, por el contrario, intentamos huir del meollo turístico, así que buscamos una zona más tranquila. Tras preguntar en más de 8 hoteles y cansados de cargar las mochila (entre 13 y 15 kilos), decidimos que yo me quedaría sentada con las mochilas mientras Iván buscaba la mejor opción.

Finalmente nos hospedamos en Sry Ayuttaya Guest House, en el barrio de Thewet&Dusit. Alucinamos con la habitación, si que era más cara que las que  habíamos tenido en la India, pero sumamente más: limpia, bonita y confortable.


Lo primero una ducha, y luego a dormir un rato. Habíamos pasado 5 horas en un avión de Playmóbil y no habíamos pegado ojo en toda la noche.


Recuperados ya del viaje, decidimos salir a caminar un poco por la ciudad. Cuando llevábamos tan solo 30 metros recorridos se nos acercó un hombre muy amable que empezó a explicarnos distintos sitios turísticos que visitar. Resulta que éramos unos afortunados, era un día especial en el que todos los monumentos y templos estaban abiertos al público de forma gratuita y además el gobierno pagaba la gasolina de los tuc-tuc’s, así que un tuc-tuc te hacía un circuito turístico por un irrisorio precio de menos de 1€.  El chico nos marcó en el mapa la ruta óptima que debíamos seguir, ya que resultaba que algunos lugares (los más interesantes) estaban cerrados ya a esas horas. Nos creímos unos afortunados, y resultaba que los tailandeses eran muy amables y simpáticos.

Si nos hubiéramos leído la guía de Bangkok, habríamos sabido que ese es el típico timo que les hacen a los turistas: contarles ese rollo, llevarlos a uno o dos monumentos (que son gratuitos de por sí) y después pasearlos por infinidad de tiendas caras y agencias de viaje, toda ellas compinchadas para sacarte todo el dinero posible.

Primero visitamos el buda más alto de Bangkok.


A continuación nos llevó hasta una agencia de viaje para que tratáramos de reservar un billete de tren que necesitábamos.

Ahí nos sugirieron cambiarnos el destino, y que ellos podían montarnos unos packs para que no tuviéramos que preocuparnos de nada. Cuando lo dijimos que lo único que queríamos era comprar unos billetes de tren dijo que no podía ayudarnos.

Montados otra vez en el tuc-tuc llegamos hasta otro templo dónde se suponía que veríamos al típico buda pequeñito y regordete que sonríe. Al entrar a lo que parecían los jardines del templo, un chico nos hizo sentar en un banco para que esperáramos. Casualmente un hombre también estaba esperando en un banco enfrente nuestro. Empezó a contarnos que estábamos esperando porque era la hora en que los monjes rezaban y que hasta dentro de 40 minutos no podríamos entrar. Nos sugirió que para no esperar tanto podríamos ir a un almacén de exportación donde vendían zafiros y rubíes a precios de saldo. Él vivía en UK, cada verano venía de vacaciones a ver a la familia y aprovechaba para comprar unos cuantos que luego vendía en UK por 5 veces el valor de compra. Empezamos a ver algo raro en todo eso y le dijimos que nosotros no teníamos dinero. Insistió en que no había ningún problema, podíamos pagar con tarjeta e incluso hacer que nos lo enviaran a España, para no tener que transportarlo durante el viaje. 

Como no daban las 4, y ese hombre no nos daba buena espina, decidimos regresar al tuc-tuc. No estábamos nada interesados en ese “almacén de exportación” así que no se lo mencionamos al conductor, tan solo le dijimos que nos llevara a otro templo. De repente dijo que era la hora en que los monjes rezaban y que todos permanecían cerrados, y propuso que fuéramos a ese “almacén de exportación”, que llevándonos a esos sitios era la forma que a él luego el gobierno le pagaba la gasolina. Fue en ese momento cuando empezamos a darnos cuenta que todo era un timo y lo único que querían era llevarnos a tiendas a sacarnos dinero. Como el tuc-tuc era barato, no nos importó ir a esos sitios si luego nos llevaba a los templos.

Llegamos al “almacén de exportación”, un lugar con los cristales tintados y un gordito de unos 13 años, con lo que se suponía era un uniforme, sentado en la entrada del local. Nos abrió la puerta y vimos ante nosotros una sala llena de expositores de joyería muy viejos y dependientas tailandesas que no paraban de sonreír.  Hicimos en paripé durante 5 minutos, yo incluso me probé algunos anillos. No es que seamos unos expertos en joyería, pero eso parecía cualquier cosa menos zafiros y rubíes. Salimos sin comprar nada a pesar de lo insistentes que fueron, incluso nos invitaron a subir a la sala VIP con sus mejores joyas.

Subimos al tuc-tuc y, para seguir haciendo tiempo hasta las 4, nos llevó a otra agencia de viaje para ver si podíamos comprar los billetes de tren que necesitábamos.

Eso fue lo peor de todo el timo. Se abrieron las puertas y nos encontramos una sala llena de pósters de lugares de postal, varios tailandeses jovencitos con uniforme y, lamentablemente, con varios blancos sentados organizando sus vacaciones en un resort de lujo (espero que no les hayan tomado mucho el pelo). Nosotros en ese momento ya teníamos claro que ahí no nos iban a ayudar, pero incluso sentimos curiosidad por ver como nos la intentaban colar.

Les dijimos que queríamos unos billetes de tren y nos dijeron que era imposible, que estaba todo agotado y que no se sabría cuando volverían a haber billetes. Las únicas opciones que teníamos eran, o bien ir en bus, o bien cambiar de destino y escoger alguna de sus ofertas. Les dijimos que gracias pero que ya lo reservaríamos nosotros personalmente en la oficina de tren. Cuando nos levantábamos para irnos empezaron a decirnos de malas maneras que nos olvidáramos porque no íbamos a poder ir de ninguna forma a nuestro destino, ¡incluso se indignaron!

Subimos de nuevo al tuc-tuc, esta vez ya un poco cansados, y le dijimos que queríamos ir al siguiente templo sin ninguna parada más. Dijo que de acuerdo, pero cuando tan solo llevábamos recorridos 20 metros, paró y nos dijo que si podíamos ir a otra tienda más porque así le ayudábamos a que la tienda le diera comisión. En ese momento decidimos que no íbamos a alargarlo más, le dijimos que no estábamos en Bangkok para ayudarlo a él sino para hacer turismo, y que en dos horas sólo habíamos visitado un templo. Le dijimos que si querían seguir con el timo buscaran a otro. Le pagamos lo que habíamos acordado y nos bajamos.

No os imagináis lo idiotas que nos sentimos en ese momento. Yo más que Iván, para mi era como si nos hubieran tomado el pelo como a un par de pardillos. Para él era distinto, al fin y al cabo nos habíamos dado cuenta del timo y no habían sacado nada de nosotros, e incluso habíamos visitado un templo. ¡Pero yo me seguía sintiendo igual de pardilla!!!

Decidimos que a partir de ese momento nos moveríamos por la ciudad en autobús, así que fuimos a una librería y compramos un mapa de autobuses. Creo que son los 2 euros mejor invertidos de lo que llevamos de viaje, el autobús es baratísimo, hay muchos y muy frecuentes, y siempre hay alguna línea que pasa por donde estás y te deja donde quieres ir. Aunque, eso sí, éramos los únicos turistas que los usábamos.

Así que, en bus a todas partes.


Y adiós a los tuc-tuc.


También fuimos a la estación de trenes para comprar sin agencias de por medio los billetes. En el punto de información de la misma estación nos enseñaron, mediante un ordenador, que era imposible viajar en un vagón con camas y que si queríamos ir el día escogido debíamos hacerlo sentados con ventilador. Cual fue nuestra sorpresa cuando nos acercamos a una de las taquillas de la estación, a hablar con lo que sería un vendedor de tickets de la RENFE, y nos dice que por una suculenta cantidad podía conseguir que viajásemos en cama. No nos lo podíamos creer, ¿un trabajador de una entidad gubernamental como es la red ferroviaria estaba intentando timarnos?, ¿o simplemente quería vendernos los billetes de forma ilegal? En ese momento me enfadé y alcé la voz diciéndole que su compañera nos había asegurado que no habían sitios, ¿cómo era que el nos podía conseguir uno? Entonces llegó un hombre vestido con uniforme de seguridad (parecido a un policía), atraído por mi reacción, y cautelosamente se acercó a la pantalla del funcionario. Fue cuestión de segundos que el chico de la taquilla dijese que había sido un error y que, efectivamente, no había sitio para viajar en la clase “sleeper”, y que debíamos ir sentados con ventilador.

Yo estaba alucinada con lo que nos estaba pasando en esa ciudad. A la que te descuidabas te estaban intentando vender gato por liebre por el simple hecho de ser turista. Estaba indignadísima, así que lo mejor que podíamos hacer ese día era sentarnos en un parque y planear bien el siguiente día.


El día siguiente fue mucho más provechoso, visitamos infinidad de lugares. Empezamos por el templo más espectacular de todos los que hemos visto, el What Phra Kaeo, y el Palacio Real.




El templo es impresionante, todo trabajado al detalle y sumamente cuidado. Fijaros en uno de los soldados de apenas 20 cm de alto que adornaban una de las estructuras.




Como no, estaba atestado de turistas, los más graciosos de todos un grupo de chinos con su sello distintivo para no perderse.



También visitamos el famoso templo Wat Pho, en el que hay un buda de 15 metros de largo recostado. Impresionante.



Visitamos muchos más templos como el  Wat Ratchabophit o el Wat Traimit, y a parte de ser todos precisos, estaban lleno de budas dorados por todas partes.



Devotos rezando (incluso niños).



Y niños haciendo ofrendas al hacer sonar las campanas de uno de los templos.


Al acabar la visita a los templos, recorrimos las calles de China Town, uno de los barrios de Bangkok. Es impresionante, son calles y calles de paradas chinas en las que puedes encontrar cosas que ni sabías que existían.



Al anochecer quisimos ir a uno de los rascacielos más altos que hay en Bangkok para tomar algo en el restaurante de un hotel, situado en su piso 59, para disfrutar de las vistas. Por desgracia para nosotros unos pantalones cortos y unas chanclas de goma no se considera por ahora una vestimenta adecuada para un hotel de 5 estrellas. Nos permitían el acceso, pero nos dejaban ropa para que nos cambiásemos antes de entrar.

Eso si que no!! A Iván no le importaba en absoluto (hubiera sido gracioso verlo con corbata y pantalón corto, jaja), pero yo me sentía como una mendiga que debía quitarse sus chanclas y sus tejanos cortos para poder ponerse un vestido y unos tacones, y así disfrutar de unas vistas.

Dimos las gracias y nos fuimos a tomar algo a un centro comercial muy conocido de Bangkok, el MBK.

Al día siguiente fuimos a visitar el último templo que nos quedaba por ver, situado en lo alto de la Golden Mount.

Como no, más debotos rezando.


No pude resistir la tentación y tuve que tocarlo.

También las campanas...

Tras tanto templo nos apetecía saber como vivía la gente de Bangkok, así que cogimos un autobús y nos fuimos al centro neurálgico de la ciudad.

El tráfico es abismal. En un semáforo se pueden estar parados hasta 5 minutos!!! Muchos apagan el motor.
 



Pero aún y no buscarlos, hay templos en todas partes, incluso en medio de la calle, donde la gente se para a rezar cuando pasa por delante.



Y lo mejor de todo, hay mil paraditas en cada calle donde comer mil cosas, casi siempre algo nuevo para nosotros.



Probamos todo lo que pudimos.



Esa misma tarde nos fuimos para la estación de trenes. A las 19.30 teníamos billetes para viajar (sentados) a Chumphon, lugar en el que cogeríamos un ferry con destino Koh Tao.