sábado, 29 de octubre de 2011

Tailandia - BANGKOK



Sà-wàt-dee!!!!!

Tras despedirnos de India, cogimos un vuelo rumbo a Bangkok. Comenzaba nuestro viaje por el sureste asiático.


Sin tener claro que queríamos visitar y como íbamos a gastar los próximos 70 días, iniciamos el viaje de 5 horas que nos llevaría a nuestro primer destino: Bangkok.



Nada más aterrizar a las 05:00 de la mañana, sin ninguna reserva de hotel ni nada previsto, decidimos que merecíamos un desayuno occidental. Habíamos pasado 5 meses desayunando arroz, galletas y xai.


Tras el desayuno tomamos un tren pijísimo que te lleva del aeropuerto directamente al centro de la ciudad sin paradas, y allí un autobús que nos llevaría al meollo turístico. Fue en ese bus donde empezamos a ser conscientes del cambio de país que habíamos hecho en tan solo 5 horas. Aquí la población está mucho más desarrollada (económicamente hablando), hay muchísimos vehículos por las calles, incluso un metro que te pasa por encima, paradas de comida por todas partes, la gente usa esas mascarillas de cirujano (pero con mil diseños y colores, eso sí)… y lo que más me entusiasmó: la mayoría de niñas, chicas y mujeres iban con pantalón corto, mejor dicho, cortísimo!!


Tras 5 meses sin enseñar ni los tobillos con un calor insoportable en las piernas, por fin había llegado a un lugar en el que cuanto más corto fuese tu pantalón, más fashion eras. Salí corriendo a comprarme uno y todavía hoy lo llevo puesto, aunque lo voy lavando de vez en cuando, claro :)  

Tocaba buscar hotel, así que empezamos a caminar por calles para preguntar precio en algunos que habíamos encontrado en la guía.

Hay una calle en Bangkok hecha únicamente para el turista llamada Th Khao San Road, donde puedes encontrar todo tipo de hoteles, restaurantes, discotecas y tiendas de carácter occidental. Nosotros, por el contrario, intentamos huir del meollo turístico, así que buscamos una zona más tranquila. Tras preguntar en más de 8 hoteles y cansados de cargar las mochila (entre 13 y 15 kilos), decidimos que yo me quedaría sentada con las mochilas mientras Iván buscaba la mejor opción.

Finalmente nos hospedamos en Sry Ayuttaya Guest House, en el barrio de Thewet&Dusit. Alucinamos con la habitación, si que era más cara que las que  habíamos tenido en la India, pero sumamente más: limpia, bonita y confortable.


Lo primero una ducha, y luego a dormir un rato. Habíamos pasado 5 horas en un avión de Playmóbil y no habíamos pegado ojo en toda la noche.


Recuperados ya del viaje, decidimos salir a caminar un poco por la ciudad. Cuando llevábamos tan solo 30 metros recorridos se nos acercó un hombre muy amable que empezó a explicarnos distintos sitios turísticos que visitar. Resulta que éramos unos afortunados, era un día especial en el que todos los monumentos y templos estaban abiertos al público de forma gratuita y además el gobierno pagaba la gasolina de los tuc-tuc’s, así que un tuc-tuc te hacía un circuito turístico por un irrisorio precio de menos de 1€.  El chico nos marcó en el mapa la ruta óptima que debíamos seguir, ya que resultaba que algunos lugares (los más interesantes) estaban cerrados ya a esas horas. Nos creímos unos afortunados, y resultaba que los tailandeses eran muy amables y simpáticos.

Si nos hubiéramos leído la guía de Bangkok, habríamos sabido que ese es el típico timo que les hacen a los turistas: contarles ese rollo, llevarlos a uno o dos monumentos (que son gratuitos de por sí) y después pasearlos por infinidad de tiendas caras y agencias de viaje, toda ellas compinchadas para sacarte todo el dinero posible.

Primero visitamos el buda más alto de Bangkok.


A continuación nos llevó hasta una agencia de viaje para que tratáramos de reservar un billete de tren que necesitábamos.

Ahí nos sugirieron cambiarnos el destino, y que ellos podían montarnos unos packs para que no tuviéramos que preocuparnos de nada. Cuando lo dijimos que lo único que queríamos era comprar unos billetes de tren dijo que no podía ayudarnos.

Montados otra vez en el tuc-tuc llegamos hasta otro templo dónde se suponía que veríamos al típico buda pequeñito y regordete que sonríe. Al entrar a lo que parecían los jardines del templo, un chico nos hizo sentar en un banco para que esperáramos. Casualmente un hombre también estaba esperando en un banco enfrente nuestro. Empezó a contarnos que estábamos esperando porque era la hora en que los monjes rezaban y que hasta dentro de 40 minutos no podríamos entrar. Nos sugirió que para no esperar tanto podríamos ir a un almacén de exportación donde vendían zafiros y rubíes a precios de saldo. Él vivía en UK, cada verano venía de vacaciones a ver a la familia y aprovechaba para comprar unos cuantos que luego vendía en UK por 5 veces el valor de compra. Empezamos a ver algo raro en todo eso y le dijimos que nosotros no teníamos dinero. Insistió en que no había ningún problema, podíamos pagar con tarjeta e incluso hacer que nos lo enviaran a España, para no tener que transportarlo durante el viaje. 

Como no daban las 4, y ese hombre no nos daba buena espina, decidimos regresar al tuc-tuc. No estábamos nada interesados en ese “almacén de exportación” así que no se lo mencionamos al conductor, tan solo le dijimos que nos llevara a otro templo. De repente dijo que era la hora en que los monjes rezaban y que todos permanecían cerrados, y propuso que fuéramos a ese “almacén de exportación”, que llevándonos a esos sitios era la forma que a él luego el gobierno le pagaba la gasolina. Fue en ese momento cuando empezamos a darnos cuenta que todo era un timo y lo único que querían era llevarnos a tiendas a sacarnos dinero. Como el tuc-tuc era barato, no nos importó ir a esos sitios si luego nos llevaba a los templos.

Llegamos al “almacén de exportación”, un lugar con los cristales tintados y un gordito de unos 13 años, con lo que se suponía era un uniforme, sentado en la entrada del local. Nos abrió la puerta y vimos ante nosotros una sala llena de expositores de joyería muy viejos y dependientas tailandesas que no paraban de sonreír.  Hicimos en paripé durante 5 minutos, yo incluso me probé algunos anillos. No es que seamos unos expertos en joyería, pero eso parecía cualquier cosa menos zafiros y rubíes. Salimos sin comprar nada a pesar de lo insistentes que fueron, incluso nos invitaron a subir a la sala VIP con sus mejores joyas.

Subimos al tuc-tuc y, para seguir haciendo tiempo hasta las 4, nos llevó a otra agencia de viaje para ver si podíamos comprar los billetes de tren que necesitábamos.

Eso fue lo peor de todo el timo. Se abrieron las puertas y nos encontramos una sala llena de pósters de lugares de postal, varios tailandeses jovencitos con uniforme y, lamentablemente, con varios blancos sentados organizando sus vacaciones en un resort de lujo (espero que no les hayan tomado mucho el pelo). Nosotros en ese momento ya teníamos claro que ahí no nos iban a ayudar, pero incluso sentimos curiosidad por ver como nos la intentaban colar.

Les dijimos que queríamos unos billetes de tren y nos dijeron que era imposible, que estaba todo agotado y que no se sabría cuando volverían a haber billetes. Las únicas opciones que teníamos eran, o bien ir en bus, o bien cambiar de destino y escoger alguna de sus ofertas. Les dijimos que gracias pero que ya lo reservaríamos nosotros personalmente en la oficina de tren. Cuando nos levantábamos para irnos empezaron a decirnos de malas maneras que nos olvidáramos porque no íbamos a poder ir de ninguna forma a nuestro destino, ¡incluso se indignaron!

Subimos de nuevo al tuc-tuc, esta vez ya un poco cansados, y le dijimos que queríamos ir al siguiente templo sin ninguna parada más. Dijo que de acuerdo, pero cuando tan solo llevábamos recorridos 20 metros, paró y nos dijo que si podíamos ir a otra tienda más porque así le ayudábamos a que la tienda le diera comisión. En ese momento decidimos que no íbamos a alargarlo más, le dijimos que no estábamos en Bangkok para ayudarlo a él sino para hacer turismo, y que en dos horas sólo habíamos visitado un templo. Le dijimos que si querían seguir con el timo buscaran a otro. Le pagamos lo que habíamos acordado y nos bajamos.

No os imagináis lo idiotas que nos sentimos en ese momento. Yo más que Iván, para mi era como si nos hubieran tomado el pelo como a un par de pardillos. Para él era distinto, al fin y al cabo nos habíamos dado cuenta del timo y no habían sacado nada de nosotros, e incluso habíamos visitado un templo. ¡Pero yo me seguía sintiendo igual de pardilla!!!

Decidimos que a partir de ese momento nos moveríamos por la ciudad en autobús, así que fuimos a una librería y compramos un mapa de autobuses. Creo que son los 2 euros mejor invertidos de lo que llevamos de viaje, el autobús es baratísimo, hay muchos y muy frecuentes, y siempre hay alguna línea que pasa por donde estás y te deja donde quieres ir. Aunque, eso sí, éramos los únicos turistas que los usábamos.

Así que, en bus a todas partes.


Y adiós a los tuc-tuc.


También fuimos a la estación de trenes para comprar sin agencias de por medio los billetes. En el punto de información de la misma estación nos enseñaron, mediante un ordenador, que era imposible viajar en un vagón con camas y que si queríamos ir el día escogido debíamos hacerlo sentados con ventilador. Cual fue nuestra sorpresa cuando nos acercamos a una de las taquillas de la estación, a hablar con lo que sería un vendedor de tickets de la RENFE, y nos dice que por una suculenta cantidad podía conseguir que viajásemos en cama. No nos lo podíamos creer, ¿un trabajador de una entidad gubernamental como es la red ferroviaria estaba intentando timarnos?, ¿o simplemente quería vendernos los billetes de forma ilegal? En ese momento me enfadé y alcé la voz diciéndole que su compañera nos había asegurado que no habían sitios, ¿cómo era que el nos podía conseguir uno? Entonces llegó un hombre vestido con uniforme de seguridad (parecido a un policía), atraído por mi reacción, y cautelosamente se acercó a la pantalla del funcionario. Fue cuestión de segundos que el chico de la taquilla dijese que había sido un error y que, efectivamente, no había sitio para viajar en la clase “sleeper”, y que debíamos ir sentados con ventilador.

Yo estaba alucinada con lo que nos estaba pasando en esa ciudad. A la que te descuidabas te estaban intentando vender gato por liebre por el simple hecho de ser turista. Estaba indignadísima, así que lo mejor que podíamos hacer ese día era sentarnos en un parque y planear bien el siguiente día.


El día siguiente fue mucho más provechoso, visitamos infinidad de lugares. Empezamos por el templo más espectacular de todos los que hemos visto, el What Phra Kaeo, y el Palacio Real.




El templo es impresionante, todo trabajado al detalle y sumamente cuidado. Fijaros en uno de los soldados de apenas 20 cm de alto que adornaban una de las estructuras.




Como no, estaba atestado de turistas, los más graciosos de todos un grupo de chinos con su sello distintivo para no perderse.



También visitamos el famoso templo Wat Pho, en el que hay un buda de 15 metros de largo recostado. Impresionante.



Visitamos muchos más templos como el  Wat Ratchabophit o el Wat Traimit, y a parte de ser todos precisos, estaban lleno de budas dorados por todas partes.



Devotos rezando (incluso niños).



Y niños haciendo ofrendas al hacer sonar las campanas de uno de los templos.


Al acabar la visita a los templos, recorrimos las calles de China Town, uno de los barrios de Bangkok. Es impresionante, son calles y calles de paradas chinas en las que puedes encontrar cosas que ni sabías que existían.



Al anochecer quisimos ir a uno de los rascacielos más altos que hay en Bangkok para tomar algo en el restaurante de un hotel, situado en su piso 59, para disfrutar de las vistas. Por desgracia para nosotros unos pantalones cortos y unas chanclas de goma no se considera por ahora una vestimenta adecuada para un hotel de 5 estrellas. Nos permitían el acceso, pero nos dejaban ropa para que nos cambiásemos antes de entrar.

Eso si que no!! A Iván no le importaba en absoluto (hubiera sido gracioso verlo con corbata y pantalón corto, jaja), pero yo me sentía como una mendiga que debía quitarse sus chanclas y sus tejanos cortos para poder ponerse un vestido y unos tacones, y así disfrutar de unas vistas.

Dimos las gracias y nos fuimos a tomar algo a un centro comercial muy conocido de Bangkok, el MBK.

Al día siguiente fuimos a visitar el último templo que nos quedaba por ver, situado en lo alto de la Golden Mount.

Como no, más debotos rezando.


No pude resistir la tentación y tuve que tocarlo.

También las campanas...

Tras tanto templo nos apetecía saber como vivía la gente de Bangkok, así que cogimos un autobús y nos fuimos al centro neurálgico de la ciudad.

El tráfico es abismal. En un semáforo se pueden estar parados hasta 5 minutos!!! Muchos apagan el motor.
 



Pero aún y no buscarlos, hay templos en todas partes, incluso en medio de la calle, donde la gente se para a rezar cuando pasa por delante.



Y lo mejor de todo, hay mil paraditas en cada calle donde comer mil cosas, casi siempre algo nuevo para nosotros.



Probamos todo lo que pudimos.



Esa misma tarde nos fuimos para la estación de trenes. A las 19.30 teníamos billetes para viajar (sentados) a Chumphon, lugar en el que cogeríamos un ferry con destino Koh Tao.

1 comentario:

  1. Nuria, Arcadia y yo estuvimos en esa guesthouse, 4 dias y ademas era la misma habitación, que fuerte, me encanta ver vuestras aventuras por el Asia, disfrutar que seguro que lo estais haciendo y dale una patada en el culo al Ivan de mi parte, besos a los dos.

    ResponderEliminar