jueves, 29 de septiembre de 2011

Vacaciones en Kerala


Namaste!!!!


Hemos estado 12 días visitando Kerala, uno de los estados con más encanto de la India. La idea de ir allí surgió cuando conocimos a una profesora que actualmente trabaja en Koilakuntla pero que siempre ha vivido en Kerala.

Su familia tiene una ONG que se encarga de recoger a vagabundos, asearlos y darles un lugar para comer y dormir. La idea es que fuéramos con ella hacia Kerala y pasáramos unos días con su familia visitando la ONG. Así que organizamos el viaje de tal forma que pasáramos 3 días con ellos y el resto viajando nosotros solos por distintos lugares del estado.

Como es habitual en nuestros viajes, cogimos un tren destino Trivandrum, capital de Kerala, de 16 horas de recorrido. Al llegar allí la familia nos estaba esperando en una furgoneta que me recordó mucho a “Pequeña Ms Sunshine”.


Llegamos a un piso que había alquilado hace tiempo y que nos ofrecieron para pasar los siguientes dos días. Aquella misma tarde visitamos la ONG.

Fue un momento bastante duro. Gente con problemas mentales, que habían sacado de la calle y a los que cada noche aseguraban un plato de comida caliente, pero que no recibían ayuda psicológica ni médica de ningún tipo.




Este chico de la foto se pasó todo el tiempo sonriéndonos cada vez que lo mirábamos. Su historia fue la que más me entristeció. Tiene unos 20 años y su familia murió en el  tsunami del 2004. Después de eso el se quedó en la calle hasta que la ONG lo recogió.


Aunque lo intenté no dijo una sola palabra durante toda la tarde, sólo miraba y sonreía sin parar.

Los dos días siguientes los dedicamos a hacer turismo, o mejor dicho a hacer lo que los indios entienden por turismo. En resumidas cuentas, pasamos prácticamente dos días metidos en la furgoneta, unas 13 horas al día dentro del vehículo y sólo 1 hora visitando lo que se suponía eran cosas bonitas. Además, el primer día me puse malísima del estómago debido a la gran cantidad de comida que no paraban de engullir y que casi me obligaban a mí a comer. Así que el segundo día lo pasé a base de suero oral y agua.

No voy a entrar más en detalle, pero fueron los dos días más duros que recuerdo, se supone que nos llevaban a hacer turismo y en vez de eso, los acompañamos a comprar unos terrenos, a pasear por un montón de tiendas, e incluso a una boda…!!

Eso sí, la novia iba bien adornada para la ocasión.


El tercer día ya no podíamos más, así que a primera hora cogimos un autobús y partimos hasta el nuevo destino: Varkala.
                                                                                                                
Tras 2 horas de tren llegamos a un paseo lleno de hoteles y bares delante de un acantilado. Nos instalamos en una cabaña en primera línea de mar y pasamos las primeras horas en unas tumbonas para recuperarnos de los dos días anteriores.


El lugar era perfecto, con playas geniales en las que no había ni un alma. Pasamos tres días relajados, comiendo noodles, descansando y paseando.





Una vez relajados y con las pilas cargadas, partimos hacia Ernakulam. Ahí contratamos una ruta de de 7 horas por los backwaters, canales naturales que los nativos usan para ir de una isla a otra, o simplemente para sus traslados del día a día.



Por la mañana hicimos una ruta en un barco-casa, mientras que la tarde la dedicamos a ir en canoa por los pequeños canales de Allepey.


 
Al día siguiente partimos hacia Munnar, la zona montañosa de Kerala, donde se encuentran las mayores plantaciones de té de toda la india. 




Es un lugar espectacular, montañas y montañas repletas de plantaciones de té.


Finalmente tocaba la vuelta a casa, tras 12 días en Kerala se nos hacía rara la vuelta al trabajo.

Pero aún faltaba lo más duro, 4 horas en autobús con un conductor que hacía las curvas como un camicace, en medio de la niebla a las 07.00h de la mañana y con el desayuno aún en la garganta. Y peor aún, no tener cama reservada en el tren y pasar 16 horas en la última clase sentada con 500 personas más. Fue durísimo ver como todos los indios conciliaban el sueño y para mí era imposible ni tan siquiera cerrar los ojos. Pero me dio tiempo a hacer algunos amigos para compartir la hora de cenar.






Iván se buscó un poco más la vida y consiguió tumbarse en el portaequipajes, que es desde donde tiraba las fotos. Aunque tuvo que compartirlo con un hombre y su hija.




Lo mejor: El calcetín que casi rozaba la pierna de Ivan!!!!

Para que os hagáis una idea de como concilian el sueño los indios estando en cualquier posición.



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